SABER ESCUCHAR

SABER ESCUCHAR

SABER ESCUCHAR.

Se diferencia mucho de “saber oír”.

Eso cualquiera puede hacerlo mientras, a la vez, se piensa en otras cosas que no guardan relación con lo que se pone sobre la mesa.

El lugar elegido ayuda (ojo la foto, qué sitio tan precioso me ha regalado la vida hoy), pero lo realmente definitivo es la disposición de la persona a la que eliges para despedazar tu parte más gris.

No todo el mundo está dispuesto a escuchar sin más estímulo que el de tu voz mientras tu corazón se abre. Nos distraen demasiadas cosas y hay demasiada gente que no se conforma con hablar de sí mismas y deseando ser protagonistas también de las historias ajenas. Por eso nos cuesta tanto hablar de nosotros mismos, porque a menudo sucede que parece caer en saco roto.

Sobrevuela (como casi siempre) la empatía o la falta de la misma, por eso no todo el mundo sirve.

 

César Rodríguez

 

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